A continuación tenéis la sesión de hoy, en
3º ESO D, para mostrar un ejemplo del comentario de texto que debéis entregar
al correo ballester_ign@gva.es antes del 4 de mayo. Podéis elegir el poema que
queráis de Las moras agraces, de Carmen Jodra Davó, individualmente o
por grupos.
Pastoral
A la serena duerme mi ganado...
Miguel Hernández
A
un cordero que es entre los rebaños
lo
que un muchacho hermoso entre la gente
lo
quiero con cariño diferente,
más
propio de un rapaz que de mis años.
Come
en mi mano, bebe de los caños
de
metal renegrido de la fuente;
me
bala, y su balido sonriente
inunda
de dulzor los aledaños.
Esta
mañana en que estoy bordando
grecas
en un mantel, y canta el tordo,
y
mi cordero bala casi hablando,
mientras
él bala y brilla el sol y bordo,
me
pregunto si lo querré igual cuando
envejezca
y se vuelva fuerte y gordo (17).
Este poema titulado “Pastoral”
de Carmen Jodra Davó (Madrid, 1980-2019) forma parte de Las moras agraces (La Bella Varsovia, 2020). Fue publicado
recientemente por la editorial cordobesa un año después de que muriera su
autora y veinte de que recibiera el Premio Hiperión, en 1999, cuando tenía
diecinueve años. En esta ocasión a ese poemario lo acompaña Hecatombe,
décimas que escribió también rondando esa edad, a los diecisiete, y merecieron
el II Premio de Poesía “María Dolores Mañas”. Como es habitual en la joven
poeta, el texto que comentaremos a contiuación demuestra el cariño por la
tierra pese al desalentado ánimo de quien reflexiona sobre la actualidad al
tiempo que actualiza a los clásicos que integran cualquier libro de texto de la
ESO.
No
es casual por ello que el epígrafe (esa cita con la que empieza el texto, en
cursiva) sea de Miguel Hernández, poeta oriolano que representa el contacto con
la naturaleza, el vigor de la palabra sin aspavientos y el compromiso por la
tierra que nos acoge. Ese verso, “A la serena duerme mi ganado”, es el primero
de otro soneto, la composición clásica que sigue fielmente Carmen Jodra Davó
después de que el italiano Giacomo da Lentini lo inventara en el siglo xiii, se hiciera universal con Francesco
Petrarca y llegara a la lengua española con Juan Boscán en el siglo xvi. El poema de Hernández, “Raso y cubierto”, es el siguiente:
A
la serena duerme mi ganado,
tornaluna
de música y sendero,
y
está su lana, tanto da el lucero
con
ella, de un color puro escarchado.
A
la serena duerme mi ganado,
y
al abrigo de un lado de romero
¡qué
cosa más florida de cordero,
que
me lleva perdido enamorado!
Aire
arriba, me voy por la mañana
en
busca de la hierba no mordida,
delante
de la nieve que vigilo.
Aire
abajo, me alejo de la lana
por
la tarde, a la cosa más florida,
y
la gozo pacífico y tranquilo.
Retomarlo nos sirve para explicar de qué
manera Jodra Davó desarrolla esta composición clásica en los albores del siglo xxi. La estructura es similar, pues, si
nos fjiamos, grosso modo, antes de centrarnos en “Pastoral”, ambos sonetos
comienzan con la preposición “a” y concluyen con dos adjetivos de connotaciones
positivas, como veremos. Por supuesto, ya lo apuntábamos al mencionar el
respeto que existe por esta forma métrica, se cumple con el modelo petrarquista
y el texto propio del género lírico se compone de catorce versos endecasílabos
(es decir, de once sílabas), divididos en dos cuartetos (estrofas de cuatro
versos) y dos tercetos (estrofas de tres versos). La rima es consonante; y el
esquema métrico, el siguiente: 11A, 11B, 11B, 11A, 11A, 11B, 11B, 11A, 11C,
11D, 11C, 11D, 11C, 11D. La única variación se da en los tercetos, pues
Hernández sigue el esquema final C, D, E, C, D, E; mientras que Jodra los entrelaza
sin necesidad de una quinta rima: C, D, C, D, C, D.
Más
allá de estos detalles formales, propios de quienes han cultivado el tema de la
naturaleza en la historia de la literatura en español como Francisco de Quevedo
o incluso sor Juana Inés de la Cruz, destaca el amor que siente por un animal
mientras trabaja ante el paso del tiempo.
Se
entrecruzan de este modo varias marcas que podemos ir analizando uniendo el
tema y el contenido ya que, incluso en el tercer milenio, tema y forma van de
la mano. No expresaremos una declaración de amor de la misma manera empleando
una carta a mano con tinta oscura que un audio de WathsApp, por poner un
ejemplo. Lo haremos de diferente modo pues, ya sabéis, el canal e incluso el
código (teniendo en cuenta el lenguaje no verbal que se vincula con las
funciones del lenguaje) influyen en el contexto (cómo nos llega ese mensaje
ahora, en época de confinamiento) sin olvidar que prima la función poética.
A
un cordero se dirije el sujeto poético (que no tiene por qué vincularse
necesariamente con quien escribe el texto de manera autobiográfica; no
olvidemos que la literatura es ficción). Jodra (y también Hernández) se dirige
en primera persona a ese ser vivo que descuella “entre la gente”, mientras
describe la faena, la tarea que se lleva a cabo en el campo, en un ambiente
agreste, rural. Prima la repetición de sonidos que simulan o parecen
identificarse con el ruido que emite ese cordero (proliferan la vocal “e” y la
consontante oclusiva bilabial sonora; pongamos por caso los verbos del último
verso: “envejezca y se vuelva”). En este sentido, el verbo “bala” se parece al
que es propio de los seres humanos cuando articulan palabra (“habla”) amén de
hacernos pensar en el sustantivo que podría referirse a la rapidez con la que
pasa y nos ataca el tiempo. De ello dan cuenta las consonantes líquidas (“l”) y
vibrantes (“r”): “mientras él bala y brilla el sol y bordo”.
La
rima se vale de la letra particular que existe en español, la eñe; y también
dentro del verso como “cariño” o “mañana”. Se consolida así una estructura que
asientan del mismo modo rimas internas como “renegrido” o “balido”. En ambos
poemas, especialmente en el que nos ocupa, cabe mencionar el tono tranquilo y
apaciguado del ganado o del rebaño que se alimenta y llega a ser “fuerte y
gordo”: un cierre positivo, esperanzador para el trabajo bien hecho, en el que
desemboca una serie de acentos típicos de la descripción el campo, donde se
desarrolla la acción (“observar”) en golpes de voz, por lo general, en sílabas
pares; con marcada insistencia en la cuarta o tercera sílaba (señalada en
cursiva: “A la serena duerme mi ganado” / “A un cordero
que es entre los rebaños”). Y es en este juego de Hernández-Jodra donde
podemos advertir un cambio formal vinculado, según lo adelantábamos, con el
tema: si Hernández arranca con el acento en tercera sílaba, Jodra lo hace en
cuarta. Ambos se comunican de distintas maneras: en uno sube y baja, quizá por
las peñas, y en otra va recogiendo el horizonte con la línea temporal, sin
moverse, hasta que, por último, en los dos casos, las estrofas finales se
centran en la tercera sílaba para romper el ritmo anterior y sugerir un final
placentero, satisfactorio.
El
paso del tiempo en los animales, en contacto con los seres humanos, permite con
Jodra actualizar el tópico latino de carpe diem (aprovecha el momento)
mediante un lenguaje cercano, fácil de entender, enriquecido con términos de
indudable fuerza fónica y semántica (como “rapaz” y “dulzor”), empleando
anáforas (en el segundo y tercer verso del primer cuarteto; o en el penúltimo
verso del segundo cuarteto y del segundo terceto: “me” más verbo) como marcas
que dividen el poema mediante la deíxis temporal que explica cuándo se fija el
acontecimiento descrito: “Esta mañana”.
Estamos
ante un caso claro de las posibilidades que sigue ofreciendo el soneto en la
poesía en español, ya que reescribe tópicos literarios mediante relaciones
intertextuales y cambios con el objetivo posiblemente de lograr un texto claro
en el que caben al final dos términos normalmente ajenos a la poesía y que,
aquí, gracias la estructura (re)creada nos animan a pensar en quien crece
“fuerte y gordo”. Una palabra, esta última (como “cosa” en Hernández), que
difícilmente podríamos considerar propias de la lírica más solemne de la
tradición renacentista. Dicho poema, “Pastoral”, aunque funciona de manera
autónoma, se ligará y generará mayor número de relaciones con el poemario Las
moras agraces en esta nueva edición.
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