UN PLANETA FANTÁSTICO
En estos días extraños, no
deberíamos olvidarnos de que existen otros lugares, otras personas,
otros mundos… A continuación te presento el planeta de un
personaje extraordinario que tal vez conozcas, “El Principito”. Seguro que podrás encontrar dibujos, imágenes, hasta una película en internet. Lee estas líneas, imagina cómo es su planeta y cómo son los sentimientos de El Principito hacia su hogar, y luego aprovecha e inventa tu propio planeta fantástico:
¿cómo es: grande, pequeño…?, ¿cómo es su paisaje?, ¿quiénes
viven en él?...
Los textos que inventemos podremos compartirlos en nuestro instituto o por internet, escríbelos en papel o en un documento de texto, como prefieras.
Un abrazo desde mi casa planeta a todas vuestras casas. Hasta pronto.
Mi
planeta
Mi
planeta es muy pequeño. Mi planeta es apenas más grande que una
casa. En realidad, es un asteroide. Mi planeta tiene 3 volcanes, uno
de ellos no presenta actividad, sin embargo, los otros dos continúan
activos y, de vez en cuando, expulsan algo de ceniza. Estos volcanes
resultan muy cómodos para calentar el desayuno por la mañana. Si se
deshollinan bien, los volcanes arden suave y regularmente, sin
erupciones. Mi planeta tiene unos árboles grandes como iglesias
llamados baobabs. Son tan fuertes que ni una tropa de elefantes sería
capaz de derribar uno solo. De hecho, para llevar una tropa de
elefantes a mi planeta habría que ponerlos uno encima de otro,
porque no cabrían de otra forma. Los baobas crecen y crecen y
seguirían creciendo sin detenerse hasta hacer pedazos mi planeta. El
suelo de mi planeta está infestado de semillas de baobab. Y si un
baobab no se arranca a tiempo, ya no es posible desembarazarse de él.
Invade todo el planeta. Lo perfora con sus raíces. Es cuestión de
disciplina. Cuando uno termina de arreglarse por la mañana, debe
hacer cuidadosamente la limpieza del planeta. Hay que dedicarse
regularmente a arrancar los baobabs en cuanto se los distingue entre
los rosales, a los que se parecen mucho cuando son muy jóvenes. Es
un trabajo aburrido, pero muy fácil.
En
mi planeta también hay una flor que amo. Siempre tuve flores muy
simples, adornadas con una sola hilera de pétalos, que apenas
ocupaban lugar y que no molestaban a nadie. Aparecían una mañana
entre la hierba y luego se extinguían por la noche. Pero un día
germinó una planta diferente de una semilla traída de no se sabe
dónde, y empecé a vigilar de cerca esa brizna que no se parecía a
las otras briznas. Podría haber sido una nueva especie de baobab.
Pero el arbusto cesó pronto de crecer y comenzó a elaborar una
flor. La flor elegía con cuidado sus colores. Se vestía lentamente
y ajustaba uno a uno sus pétalos. Quería aparecer con el pleno
resplandor de su belleza. ¡Ah, sí! ¡Era muy coqueta! Su misterioso
atavío había durado días y días. Y he aquí que una mañana,
exactamente a la hora de la salida del sol, se mostró. Y no pude
contener mi admiración. ¡Mi flor es tan hermosa! Me perfumaba y me
iluminaba. La regué, la abrigué y la protegí. La escuché
quejarse, o alabarse, o a veces, incluso, callarse. ¡Es tan débil e
inocente! Solo tiene cuatro espinas para defenderse del mundo. El
tiempo que dediqué a mi rosa hace que sea única para mí.
Adaptación
libre de El Principito, de Antoine de Saint-Exupéry
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